martes, 30 de abril de 2013

Para su publicación en “El Chiquero el 2 de septiembre de 2004

(Fue censurado y denegada su publicación)

 

 

MUSEO DE LA DOLORES

 

HISTORIA DE UN DESENCUENTRO


           
            Cuando se pensó en dotar de contenido al Museo de la Dolores que se iba a crear, se daba por hecho, sin contar conmigo, que yo aportaría los fondos de mi archivo. Cuando dije que no podía cederlos generosamente, que ésta era una cuestión para comentarla y llegar a algún acuerdo, el concejal de Turismo me dijo textualmente: ¾“Esto no le va a gustar a Fernando”.
            Y bien que he podido comprobar que no le gustó. El no querer regalar un patrimonio que he logrado reunir después de más de treinta años de trabajo, y que me ha costado  una dedicación permanente, mucho esfuerzo y dinero, acarreó que se me pusiera una cruz. Creo fundadamente que con este episodio comenzó el “desencuentro”. Pero sigo manteniendo que no estoy obligado, que no se me puede exigir “regalar” (para beneficio de los demás) lo que tanto me ha costado. Y, por consiguiente,  no es justo que si no lo hago se me pase factura y mi permanente y fructífera dedicación por Calatayud se ponga en entredicho.
            Mientras tanto, la empresa Audiomarket procedía al montaje de la estructura del Museo. Habían exigido al Ayuntamiento, en su propuesta, mi ineludible participación. La tuvieron en el máximo grado. Todos los textos, documentos, fotos, carteles, ... etc., que figuran en los paneles fijos instalados en dicho Museo son míos. Sin mi colaboración no hubiesen podido realizar el trabajo, por el que percibieron nueve millones y medio de pesetas. Y un servidor se quedó con la satisfacción de haber servido, una vez más, a su pueblo. Y con la placa que se colocó a la entrada del Museo, en la que se consigna mi  imprescindible aportación y se me cita como director científico. Un honor, el plasmado en esta placa que agradezco mucho, aunque, por lo visto, de nada me ha servido este “título”.
            En mayo de 1999 firmé un contrato con la Asociación CulturalLa Dolores” (creada por mí), en el cual, por los Derechos de Propiedad Intelectual y por la cesión de mis fondos al Museo, percibiría un porcentaje de la recaudación. Fue un acuerdo libremente aceptado por ambas partes, con el visto bueno del Ayuntamiento. En aquel momento no se sabía lo que pudiera recaudarse.
            En agosto de 1999, representando a la Asociación, firmé un Acuerdo de Colaboración entre el Ayuntamiento y dicha Asociación. En la cláusula segunda se estipulaba que: “La Asociación deberá respetar la estructura museográfica  esencial creada por el Ayuntamiento de Calatayud, teniendo atribuciones para la inclusión de las nuevas piezas que estime oportuno, bajo la supervisión de D. Antonio Sánchez Portero, director científico del Museo, quien tendrá poder decisorio en los aspectos relativos a la historia  y a la investigación sobre ‘La Dolores ”.
            A pesar de mi buena disposición y mi constante esfuerzo por limar diferencias, mis relaciones con los miembros de la Junta directiva de la Asociación fueron tensas. Me ponían toda clase de pegas y no me dejaban trabajar. En varias ocasiones fui tratado indebidamente. Sin consultar conmigo y sin mi conocimiento, firmaron un nuevo Acuerdo de Colaboración con el Ayuntamiento, en el que restando espacio al Museo de la Dolores, se “creaba” un museo etnográfico, y la bodega se destinaba a Sala de Exposiciones. También se suprimía la parte de la cláusula segunda del anterior acuerdo, en la que se me citaba como director científico con poder decisorio.
            Este acuerdo dio pie a la Junta de la Asociación para redactar y remitirme, con fecha 11 de junio de 2001, una carta bochornosa, indigna y llena de disparates: Se me considera “ex director científico”; “solamente la Sala 1 puede considerarse Museo de la Dolores”; “la Sala 2 y la Bodega forman un conjunto desligado nítidamente de la Sala 1”; me mantienen el porcentaje de la recaudación, pero dividido por la mitad; y “La entrada ordinaria de los Museos es considerada de la siguiente forma: visita sala 1, 100 pesetas/ visita Sala 2 y 3, 100 pesetas.” (El Ayuntamiento puede sentirse orgulloso ¾por la parte que le toca¾ de estos despropósitos.)
            Por último, me sugieren que “Para cualquier aportación, sugerencia constructiva o cambio de impresiones puede Vd. Ponerse en contacto por escrito enviando su solicitud a la dirección postal de nuestra asociación, cuya Junta Directiva podrá entrevistarse con Vd. si así lo desea. Todos los componentes de la Junta eran mis amigos y los había nombrado yo. ¡Sencillamente vergonzoso!
            A partir de junio de 2001, comencé a enviar a la Concejalía de Turismo los documentos y cartas, incluso esta citada del 11 de junio (recogidos posteriormente en un Dossier que obra en el Ayuntamiento), pidiendo con insistencia una reunión urgente por considerar “que la situación es tan delicada que hace peligrar gravemente la buena marcha del Museo” A pesar de mi insistencia y de la gravedad del asunto, no se entrevistó conmigo el concejal de Turismo hasta el 9 de octubre (cinco meses de tardanza).
            Como el concejal no tenía poder resolutivo y le era necesario consultar, la respuesta a mis proyectos, sugerencias, quejas y reivindicaciones se demoró hasta avanzado el mes de noviembre. Entonces, el concejal, me comunicó que el alcalde estaba con la mayoría, o sea con la Asociación, sin que hubiese tenido en cuenta lo razonable, lo justo y lo normal. Puse el grito en el cielo. Pedí una reunión a la asistieran el Ayuntamiento, la Asociación y yo. Se me contestó, que no era posible la participación del Ayuntamiento a esta reunión, porque no podía tomar partido por ninguna de ambas partes. ¡Asombroso!, porque hasta ese momento, según se puede demostrar, había estado claramente a favor de la Asociación, celebrando reuniones, firmando acuerdos, desoyendo mis quejas y no haciéndome el menor caso en un tema en el que tantas cosas tengo que decir.
            Haciendo un tremendo esfuerzo por aquella situación arbitraria y anómala, pensando en el Museo y en Calatayud ¾porque la situación era insostenible¾, propicié un acuerdo con la Asociación, que se materializó con nuestras firmas el 19 de marzo de 2001. Para llegar a él hice toda clase de concesiones y renunciaciones; no teniendo inconveniente en que la retribución que percibía experimentase una muy notable disminución. Admití el Museo Etnográfico (que considero inviable, y el anuncio colocado en la entrada de que puede visitarse es una tomadura de pelo, porque se ofrece lo que no existe), y acepté que en la Sala 2La Asociación tendrá potestad para cambiar o incluir cualquier objeto, siendo recomendable que consulte con el Sr. Sánchez Portero.)
            Para facilitar el acuerdo, retiré el párrafo siguiente: “El Sr. Sánchez Portero no es partidario ¾por no corresponderse con la realidad¾, que a esta Sala se la denomine o conceptúe como Museo Etnográfico. Si en algún momento comprendiera que se ve afectada la esencia y objetivos que debe cumplir el Museo de la Dolores, se reserva el derecho a exponer públicamente su opinión al respecto.
            No renuncié en este contrato a tener “plena autoridad para seleccionar y decidir qué piezas se exponen en la Sala 1 y en qué orden y lugar se colocan”, ni a poder acceder al Museo cuando lo estimara oportuno, a cualquier hora y por cualquier motivo. Se me reconocía como Director Científico y pasaba a ser Colaborador y Delegado Cultural.
            Este contrato, como pude comprobar en cuanto quise poner en práctica mis atribuciones, es papel mojado. Han llegado hasta a cambiar la cerradura para que no pudiese acceder al Museo. Y no hacen el menor caso a las sugerencias y observaciones que les propongo, fáciles de aplicar y que  redundarían ostensiblemente en beneficio del Museo. No han hecho nada, salvo la colocación de dos muñecos vestidos de baturros y de algún objeto cedido. El Museo se encuentra en la actualidad tal como lo ha diseñado y montado un servidor; y es grave ¾y alguien debe asumir esta responsabilidad¾ el que desde hace dos años, a pesar de mis quejas y advertencias por escrito, no se me ha permitido actualizarlo, mejorarlo y dotarlo con nuevas incorporaciones, como tengo en proyecto y he notificado a la Asociación y al propio Ayuntamiento.
            A pesar de ello, son ya muchos centenares de visitantes (quizás miles, entre las cerca de 100.000 personas que lo han visitado ¾43.000 pagando entrada), los que han dejado sus opiniones favorables en el Libro de Firmas. Comentarios que hay que tener muy en cuenta y analizar (algo que no se hace), porque refrendan y confirman la valoración de un personaje ¾La Dolores¾ hasta no hace mucho denostada, y a la que ponen como paradigma de lo debe ser una mujer avanzada para su tiempo, valiente y que debe servir de ejemplo. Muchos consignan su agradecimiento por poder conocer “la historia” de esta legendaria mujer.
            Por los motivos expuestos y otros, como incumplimientos de contratos,  tergiversaciones y comportamientos inadecuados hacia mi persona, no me quedó otro recurso que denunciar en unos artículos publicados en la prensa y radio locales estos hechos y esta situación anómala. Y puedo afirmar que mis graves acusaciones y denuncias no han sido rebatidas por la Asociación. En mis artículos, aunque tenía fundadas razones para estar quejoso, dejé al margen al Ayuntamiento. A partir de ahora reconsideraré esta actitud. Porque teniendo oportunidad de exponer esta absurda situación en numerosos medios nacionales que han solicitado mi concurso para entrevistas, reportajes o artículos, más que prudente he sido tonto, porque pocas personas hubiesen callado en mi situación.
            Sigue la Historia:
            En mayo de 2003, después de una NOTA publicada por la Asociación en Internet, escribí al Alcalde pidiéndole algo concreto: que la placa que se me dedica en el Museo tenga refrendo efectivo, o sea, que se me nombre oficialmente director del Museo de la Dolores. Se me prometió que pronto se me atendería; pero hasta el momento no he obtenido respuesta.
            El 29 de junio de 2003, entregué a través del Registro Municipal, a la concejala de Turismo, un Dossier con “Documentos relacionados con el Museo de la Dolores”, rogándole que en un tiempo prudencial me concediese una entrevista.
            Como pasó el tiempo prudencial y ésta no se realizaba, el 17 de enero de 2004, reclamé la entrevista porque “Urge mucho ¾decía¾ que hablemos de este asunto tan importante”, como es el del Museo.
            Al no obtener respuesta, el 4 de febrero de 2004, rogué al alcalde que se me concediera una entrevista, si no, me vería obligado a enviar una nota  a la prensa. Por lo que vi, dicha nota fue mano de santo, porque tuve el honor de que me llamara por teléfono el señor alcalde y me comunicó que se pondría en contacto conmigo la concejala.
            Mi entrevista con la concejala de Turismo, por fin, se realizó el día 5 de marzo, y expuse mis puntos de vista, proyectos y reivindicaciones, rogando que desearía tener una respuesta antes de que finalizase la siguiente semana (10 días después). De no ser así, cansado ya de dilaciones, tomaría determinadas medidas que puse con detalle en su conocimiento. También le entregué dos colecciones de fotografías del Museo, en las que se aprecia su estado antes y después de mi actuación.
            Transcurridos no diez días, sino más de un mes, acudí al despacho de la Concejalía de Turismo para recordar que estaba esperando una respuesta, y que si en un plazo breve no la tenía, me vería obligado a tomar las iniciativas que anuncié.
            Desde este día hasta la fecha actual, han transcurrido otros dos meses. Y seguimos en las mismas. Como esto es intolerable, voy a actuar en consecuencia. Y comenzaré dando a la publicidad esta nota.
            [Esta nota, junto a una carta, se la envié al Sr. Alcalde en el pasado junio. El 29 de este mismo mes me entrevisté de nuevo con la concejala, sin que se modificase la que considero anómala situación. Y después de varias cartas  que nos hemos cruzado, estoy a la espera de recuperar los fondos de mi pertenencia expuestos en el Museo. Este paso que me he visto obligado a dar, dejando el Museo de la Dolores casi vacío, me duele profundamente. Me consuela, en cierto modo, saber que todo el contenido de los paneles fijos es obra mía. No creo que se le ocurra a nadie, en recompensa, quitar el cartel que lo reconoce.]
                                                                      
                                                                       Antonio Sánchez Portero

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